Con el permiso de © K. Eggenstein: El Profeta Lorber anuncia las catástrofes venideras y la autentica cristiandad

Kurt Eggenstein

Jakob Lorber predice el aumento de catástrofes de horrendas dimensiones hasta el final del siglo


   Las civilizaciones aparecen y vuelven a desaparecer. Pocas veces una civilización ha llegado tan rápidamente a la perfección como en la era de la técnica. La ciencia y la técnica han acaparado todo, llegando a una capacidad jamás soñada. El hombre se pierde vertiginosamente en el torbellino del progreso. Si surgió algún escrúpulo, se silenció con el eslogan estereotipado: «No hay que impedir el progreso». Grandes partes de la humanidad perdieron su fe religiosa y se sometieron incondicionalmente a una fe en las ciencias. Ya no se dudaba de que al hombre todo le era posible alcanzar. Si en tiempos pasados los monarcas a veces prometieron a sus súbditos de llevarlos hacia unos tiempos mejores, ahora son los futurólogos que se encargan de esta tarea.
    Después de la Segunda Guerra Mundial, el desarrollo técnico se aceleraba cada vez más. Las curvas de la producción y de los ingresos reales subían y subían, incluso más que el rendimiento. El mercado de mano de obra quedó vaciado y pronto entraron más de dos millones de obreros extranjeros inmigrantes, para mitigar la falta de mano de obra, y para aumentar más el bienestar propio. Nadie se preguntaba entonces si esto a la larga no traería problemas con el desarrollo desbordante. La masa no dudaba que el bienestar alcanzado seguiría indefinidamente. La palabra «paro» se convirtió en un concepto obsoleto. Los políticos de todos los partidos no cesaron de hablar de mejoras y no atendieron a ciertos avisos de renombrados científicos que hablaron de consecuencias previsibles en el medio ambiente. La nueva generación, adicta al progreso desconocía el espíritu de autosuficiencia del año 1945. Parecía que la humanidad se acercaba a condiciones paradisíacas.
   En aquellos años, no hace mucho de esto, no hubiese sido prudente ni efectivo dar a conocer al público en general las catástrofes anunciadas por el profeta Jakob Lorber. Con sólo citar la profecía de Lorber acerca de un paro generalizado en gran parte del mundo, hubiese bastado para desechar las manifestaciones del profeta como productos irreales de la fantasía. Entonces los libros de pedidos estaban al completo y la falta de mano de obra estaba a la orden del día. Y cómo puede un profeta hablar de carencia y de hambre, cuando las tiendas rebosaban de mercancías y la oferta podía satisfacer cualquier necesidad. Pero en muy pocos años el escenario cambió por completo. En el eterno azul del cielo del país del milagro económico, aparecieron obscuros nubarrones. A1 mismo tiempo se recibieron noticias intranquilizadoras de todas partes del mundo. En el otoño de 1973 estalló la tormenta con un trueno muy fuerte, cuando los jeques de los desiertos, hasta ahora casi desapercibidos, comenzaron a cerrar los grifos del petróleo. Entonces las masas de millones en los países industrializados se dieron cuenta que su existencia no se basaba en fundamentos tan firmes como habían llegado a creer. El número de parados y de trabajadores a jornada reducida subió de un modo alarmante.
   Otras preocupaciones se suman a éstas, no siendo aún tanto del dominio público: los daños ecológicos, de rápido aumento y con los riesgos imprevisibles. Las estipulaciones de los investigadores científicos no anuncian nada halagüeño para el futuro. Trataremos en adelante este tema más extensamente, porque ya ahora los resultados obtenidos por los científicos, confirman hasta el mínimo detalle las predicciones de Lorber.
   Según las manifestaciones de Lorber, la humanidad se encuentra ahora en el tiempo final, repleto de catástrofes de toda clase. Tiempo final no quiere decir fin del mundo. Según Lorber la tierra seguirá su trayectoria alrededor del sol durante muchos millones de años «con o sin hombres». Los grandes cataclismos conllevarán tribulaciones inimaginables y terminará el fin de la actual era técnica. No son ideas del propio Lorber como se ha demostrado en el capítulo: «las pruebas de la autenticidad de la profecía de Jakob Lorber». A Jakob Lorber se le puede aplicar lo dicho en la II Carta de san Pedro (1, 21): «Nunca la profecía fue proferida por impulso humano, sino que impelidos por el Espíritu Santo hablaron los hombres mensajes de Dios».
   Las manifestaciones de Lorber tienen una extensión apocalíptica y son de una gravedad espantosa. Son también de gran seriedad e insistencia los avisos y advertencias a la humanidad, que vienen unidas a las predicciones, para que el mundo no siga el camino equivocado del materialismo teórico y práctico. La Nueva Revelación no deja lugar a duda que las catástrofes previsibles en parte ya ahora, son de origen espiritual. Como dijo Blaise Pascal: «en cada pecado habita la guerra total», análogamente se puede decir que las actuaciones erróneas de la humanidad promueven catástrofes de cualquier tipo.
    «Todas las catástrofes de la historia se originan en el espíritu y en la ética moral antes de convertirse en luchas materiales por el poder» (Reinhold Schneider).
   La Nueva Revelación dice: «Todo lo malo que ahora se ve como tal no ha sido creado por Mí, sino que es un producto del mal uso del libre albedrío del hombre, como seres libres pueden hacer lo que quieren, pero las consecuencias también corren de su cuenta». (Pr 83). 
El Señor expuso a los apóstoles las condiciones de nuestra era con las siguientes palabras: «en aquellos tiempos los hombres habrán llegado a un elevado grado en sus conocimientos y artes (técnicas), a base de incansables investigaciones y cálculos debajo de las ramas extendidas del árbol de la sabiduría; habrán conseguido grandes logros con las fuerzas de la naturaleza, ahora aún desconocida y también dirán: Mirad, éste es Dios y no hay otros. Y no habrá fe entre estos hombres». (Gr IX 89, 1, 2). «Con el tiempo habrá un vacío de fe entre los hombres.» (Gr IX 89, 10). ¡Este tiempo ha llegado! El siglo xx ha entrado en su última fase, esto se deduce, tanto de su perfeccionamiento técnico como de su ateísmo, ambas señales pronosticadas. La técnica que todo lo considera posible es el antiespíritu, puesto al servicio del demonio, que llega a ser el destructor del mundo ambiente. Los filósofos de nuestro tiempo colocaron el existencialismo y el ateísmo en el lugar de Dios y millones han aceptado sus teorías.
   Según Lorber, el tiempo final ya comenzó con las dos guerras mundiales que castigaron a la humanidad. Otra parte de los acontecimientos anunciados que iban a traer muchas penalidades a los hombres son los sistemas de terror, bajo Stalin e Hitler. Lorber dice con respecto a esta época: «Los poderosos se servirán de los hombres como si de animales de tratara y los sacrificarán con frialdad absoluta y sin ningún remordimiento, en caso de que no se sometan sin replicar. Actuarán con presiones y persecuciones contra cualquier espíritu libre». (Gr I 72, 2). «Hasta que todo esto ocurra pasarán mil años (desde el tiempo de Jesús) y casi otros mil años más.» (Gr I 72, 3).
   El poder y la caída de Hitler se describe con el empuje genuino del pro- feta: «Al principio hay aislamiento y cierre por todas partes» (prohibición de prensa extranjera, el autor), luego la «guerra de las plumas» (propaganda, el autor), y luego la guerra real con la espada. «Cuando se está luchando en esta guerra múltiple» (guerra mundial) se medirá y se calculará con exactitud lo que cada hombre puede tener y comer (racionamiento de alimentos y de ropa, el autor), lo que debe saber, lo que puede hablar y escribir (restricciones de la prensa, de la radio, prohibición de escuchar emisoras extranjeras, es decir, et control total de cada uno, el autor). «Se formará un círculo y el que se encuentra dentro del mismo es considerado perfecto.» (Los alemanes como son considerados una raza superior «herrenvolk», por tanto, dentro del círculo, el partido, el autor.) «Éste será el círculo.» «Pero en secreto me tomaré la libertad de terminar con tal locura. ¿Cómo? ¡Lo sé muy bien! Esto será el fin de la canción tontísima de aquella generación.» (Die Fahne hoch, el autor). «Mirad, cómo el oso polar (URSS) afila los dientes en el hielo.» «Vuestra grasa se derretirá en las costas heladas de Siberia (los prisioneros de guerra alemanes, el autor).» (Hi II, pág. 302).
   Lorber también predijo la destrucción de las grandes ciudades alemanas por el fuego durante la Segunda Guerra Mundial: «Esta vez toda Europa, sobre todo las ciudades industriales serán castigadas duramente». (Hi II, pág. 308).
   «Y muchas otras ciudades serán purificadas por el fuego y el agua.» (Hi II, pág. 79). (Esta profecía puede referirse también al futuro.)
   «Un pueblo quiere ser mayor que el otro, un reino más poderoso que el otro. La soberbia de los pueblos no conoce ya medida, hasta los cielos más altos sube el vapor del infierno.» «Y, mirad, ha llegado el tiempo, desvelad vuestros ojos: ¡un pueblo se levanta contra otro! Si se pregunta por qué, te dicen: «por pura soberbia.» (Wiederk. 16).
   «Ahora la tierra será castigada con un diluvio espiritual, como hace 4.000 años, con un diluvio material en tiempos de Noé. Aquél mató la carne, pero éste mata el alma y el cuerpo.» (Wiederk. 6S).
   «Si con la destreza adquirida por el hombre también aumentan su egoísmo, su avaricia y su ansia de poder y, por lo tanto, se obscurecen las mentes humanas, es más que natural que las consecuencias peores no se dejen esperar. » (Gr V 108, 4).
   «Por intereses temporales, los hombres muchas veces pisan con sus pies todo lo bueno, lo justo, lo verdadero y actúan en contra todas las virtudes. Día a día podemos hacer esta experiencia y esto demuestra una vez más que el libre albedrío del hombre no puede ser reducido o puesto en peligro. Así es posible que los hombres, con el tiempo 1leguen a inventar grandes cosas y consigan tomar influencia en la naturaleza en la tierra, que al final ésta termina siendo herida. Las consecuencias no serán agradables y aparecerán como castigo seguro de la voluntad mal empleada, pero no ha sido Mi voluntad, sino la voluntad de los hombres que ha causado todo esto.» (Gr V 109, 6).
   La expresión del profeta, «que la tierra será herida», se cumple con un hecho que asusta y que tiene importancia en su extensión. Después de las siguientes explicaciones, el lector comprenderá los daños ecológicos que sobrevendrán. Los peligros ya tienen cierta gravedad para la vida y aumentan de manera espantosa. La población todavía sabe poco de estos peligros. Mientras los hombres no sufren inmediatamente no toman nota, y cuando se les toca muy de cerca, como por ejemplo con la muerte de un niño a causa del cáncer, no averiguan la relación. Pero a partir de ahora todo ocurre muy deprisa.


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© Texto: Kurt Eggenstein; © Edición informática; © by Gerd Gutemann G. Gutemann